Parece ser que en general teníamos
todos ganas de iniciar este nuevo curso, pero el día no era de los que
acompañan a este deseo. La famosa “Ciclo génesis Explosiva” esa de la que
hablan los expertos meteorólogos (que los lleva de cabeza) y que no saben por
donde se andan , como pronosticaron viento, lluvia y nieve, algunos, entre
los que me cuento “nos rajamos” y nos privamos del placer de esa ruta que por
lo que cuentan resulto muy vistosa…….aunque frio hizo y nevar nevó y llover
también. Hay que reconocer que todos los que fueron se merecen un
reconocimiento de “auténticos amantes del senderismo y de la naturaleza”.
A todos ellos esta poesía de
Federico Garcia Lorca. Y gracias al equipo fotográfico y Juan Pablo por las colaboraciones, sin ellos esta entrada no estaría.
La lluvia tiene un vago secreto de
ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!
Acabo de recibir este texto de nuestro querido monitor Juan Pablo:
Antiguamente los que nos decían el tiempo no pasaban de anunciarnos:
buen tiempo, mal tiempo, borrascas y anticiclones. Ahora nos asustan con las ciclo
génesis, y no sabemos si salir de casa, o quedarnos en el brasero de la mesa
camilla.
Con todas estas elocuencias, comenzamos la ruta en otro sitio distinto
al programado, por estar roturado el sendero por el que teníamos que hacer el
recorrido.
Mañana fría, y un poco sin saber lo que nos espera, nos vamos en el
autobús hasta el Ituero, es pedanía de Masegoso con 20 habitantes. En el lugar
del comienzo de la ruta, un camino sinuoso nos invita a dar los primeros pasos,
el frió corta, miramos a nuestro alrededor, todos los cerros manchados de
nieve, todo está precioso. Seguimos el camino con muchos charcos congelados por
las bajas temperaturas, miramos a nuestra derecha, y nos sobrecoge el barranco
cortado a cuchillo por donde trascurre sin caudal el río Masegoso, después el
Arroyo de Mitras, que de llevar agua desembocaría en el río Jardín.
Vemos muchos cercos para los animales hechos con la materia prima
(piedras calizas), que se aprovechan para estos menesteres.
Seguimos la ruta, pasamos por el cortijo de Mitras que está en ruinas,
desde este sitio y acompañados por pies de encinas, nos dejamos llevar por la
bajada del camino que tranquilamente, y con la presencia de la nieve que
comienza a caer, llegamos hasta la piscifactoría del Zarzalejo donde
termina la ruta.
Esta ruta bien se merece que sea un homenaje a nuestro amigo y compañero
Juan Herreros Araque, que se está recuperando de sus males.
Juan, hace un tiempo me contaba lo bonito, y recóndito de este sitio,
que para él, y ahora para nosotros hemos descubierto.
Gracias Juan por tu sapiencia.
Te estamos esperando.
VIDEO DE LA RUTA
PLANO DE LA RUTA (Pincha en el plano para ampliar)